viernes, 1 de abril de 2011

RELIGION: "Límites de la inteligencia", por Gastón Soublette. El Mercurio, 31 de marzo de 2011.

La columna dominical de Carlos Peña es siempre una pequeña obra maestra de la literatura periodística. Por eso él goza del prestigio de ser uno de los chilenos más inteligentes, habiendo adquirido una especie de infalibilidad laica (en oposición a la infalibilidad del vicario de Cristo). Su última columna sobre el caso Karadima es estremecedora por lo convincente de su argumentación, pero más estremecedora aún por su reflexión sobre la Iglesia, a la cual señala con un dedo acusador, cuya crítica abarca sus dos mil años de existencia.
Ante este caso conviene reflexionar en el sentido de que hay hombres inteligentes y hombres inteligentes... El caso de Carlos Peña nos presenta a un intelectual demasiado consciente de su propia inteligencia, y tanto que está como imposibilitado de ver sus limitaciones. Algo similar a lo que ocurre con el físico inglés Stephen Hawking, quien, siendo un hombre extremadamente inteligente, cuando habla de Dios lo hace tan torpemente que desprestigia a su gremio.
La afirmación de Carlos Peña de que la Iglesia ha durado tanto tiempo porque ha extendido sus "redes" gracias a prácticas como las de Karadima y Errázuriz (perversión y secretismo) constituye un agravio sin precedentes en la historia de Chile, y procede justamente de un intelectual que no ha tenido la sabia humildad de reconocer los límites de su inteligencia y de su cultura.
Lo que Carlos Peña demuestra ignorar es que todas las culturas han nacido de un acontecimiento trascendente que ha tenido el poder de convocar y constituir pueblos y naciones vinculados por lazos espirituales que le han dado sentido a su destino histórico. Con esta premisa se entiende que, mal que le pese a don Carlos, la Iglesia ha sido la matriz de nuestra cultura occidental. Sin ella no existiría esta cultura, la cual fue fundada por un acontecimiento espiritual (el más grande prodigio del universo) que generó un paradigma de cosmovisión cuyos valores no podrán ser abolidos nunca más, aunque puedan ser transgredidos. Eso explica por qué hasta los hombres más perversos que ha habido en la historia, en momentos cruciales de su vida pública se han visto obligados a justificarse ante el mundo en referencia a esos valores (incluidos los del señor Peña).
La Iglesia ha durado tanto tiempo por las mismas razones que han durado milenios el Judaísmo y el Islam, en oposición a las ideologías cuya vida es efímera. Pero ¿qué entienden de eso los opinólogos top de la inteligencia?

No hay comentarios.:

Publicar un comentario