jueves, 22 de septiembre de 2011

CULTURA: "La ilusión igualitaria", por Roberto Ampuero. El Mercurio, 22 de septiembre de 2011.

Confieso que participo activamente en algunas redes sociales, especialmente en Twitter y Facebook . Celebro su papel socialmente transformador y movilizador, y admito que con ellas el mundo ya nunca será el mismo de antes. Gozo el contacto permanente e inmediato con millares de personas, disfruto compartir con ellas opiniones, estados de ánimo, noticias, ideas y datos. Y sé cuán esenciales son las redes sociales en la movilización multitudinaria en democracia -como en los casos de Chile, España o Israel-, y cuán decisivas han sido a la hora de cambiar o hacer tambalear a regímenes no democráticos en la Primavera Árabe. Las dictaduras impiden su funcionamiento: le temen a un recurso tecnológico nada fácil de reprimir una vez en manos de la población.
En cierto sentido, las redes sociales son como las armas. No son buenas ni malas en sí mismas. Dependerá más bien del uso que se haga de ellas. Pueden ser empleadas en una causa justa o una injusta. Por lo tanto, su empleo demanda un mínimo de responsabilidad por parte del usuario. ¿Es legítima su práctica desde el anonimato? En dictaduras, sostienen muchos, es justificable. Permite denunciar abusos sin que el régimen identifique al denunciante. En democracia, el asunto es diferente. Llama la atención que la gran parte de las descalificaciones deleznables vienen de quienes se ocultan bajo nombres de fantasía, de gente que no da la cara para insultar a quien piensa de otro modo.
Para mí, que tuiteo a diario, la mayor desventaja de Twitter radica en que alimenta algo nocivo: una suerte de ilusión igualitaria. ¿Quién no es capaz de llenar 140 caracteres sobre el tema que sea? Twitter es la gran plaza pública donde todos vocean su producto e interactúan en pie de igualdad. En ese sentido es tan democrático como votar en elecciones: todos -sin importar origen, condición ni capacidad- pueden expresarse. En un caso, haciendo una raya, en el otro ocupando caracteres. Twitter crea la sensación de que todos somos iguales por el solo hecho de acceder a un computador y escribir de corrido.
Pero es sólo eso, una ilusión que permite ocultar el nivel de conocimiento y educación. De pronto, por el hecho de disponer de 140 caracteres, tenemos la sensación de que estamos a la altura del más pintado. Da lo mismo quién sea y cuáles sean los méritos del otro. No importan su educación ni especialidad. Con un par de caracteres y desde el anonimato, puedo aportillar en público las ideas del más influyente economista del planeta, ridiculizar la investigación de un Nobel de medicina, indicarle al gran Messi cómo dominar el balón, o a un Pulitzer de literatura cómo escribir, y de paso darle un tapabocas al filósofo más célebre con tres frases sin ortografía. Los 140 caracteres son el tango "Cambalache": todo es igual, cualquiera es un señor, "lo mismo es un burro que un gran profesor". Tendrán que escucharme los que se han pasado 15 o 20 años, o la vida entera, dedicados a un tema: yo los aleccionaré, porque el debate en pocos caracteres permite disimular mi nivel y limitaciones.
Es una ilusión peligrosa. Según estudios de la OCDE, los adolescentes estadounidenses entre 13 y 17 años reciben alrededor de cuatro mil mensajes de texto por celulares, pero sólo 50,7 por ciento de los jóvenes entre 18 y 24 admite haber leído al menos un libro voluntariamente. Paradójicamente, en medio de la escritura y lectura constantes, Estados Unidos y otros países corren el peligro de convertirse en sociedades analfabetas, que pierden la ortografía y la capacidad de expresar y entender ideas complejas por escrito. Las redes sociales nos seducen con su poder asombroso, pero pueden convencernos de que el conocimiento se restringe a una brillante declaración de 140 caracteres.
Perdón, lo dejo aquí. Es mi hora de tuitear.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

LECTURA: "Nieve en otoño", de Irene Nemirovsky.

Tatiana Ivanovna ha trabajado toda su vida para una acaudalada familia rusa, los Karin. Ha visto cómo pasan las generaciones, y cómo muchos de los que ella ha criado han muerto en guerra. A raíz de la revolución, lo que queda de la familia se ve obligada a escapar a París, donde vivirá en una pobreza que contrasta con sus antiguos tiempos de esplendor. Tatiana observa con preocupación el proceso de desmoralizante de los más jóvenes, y ve que en la familia se ha perdido mucho más que riqueza. Añora la nieve de su antigua Rusia, y la espera en pleno otoño. El otoño que simboliza la inminencia de una nueva y más terrible guerra por llegar, y una nieve que ya comienza a caer con visos de ceniza... No recomendaría esta breve novela, pues considero muy superiores otras de la misma época de Nemirovsky, como David Golder o también El baile.

jueves, 8 de septiembre de 2011

LECTURA. "Madame Bovary" de Gustave Flaubert.

Se considera ésta como precursora de la novela moderna, debido a un nuevo modo de narrar: un narrador omnisciente muestra a los personajes desde ellos mismos y desde su forma de actuar.
Madame Bovary es una manera de ver la realidad, mucho más allá de su caso particular como personaje. Una mujer que a menudo se asoma a la ventana, que siempre tiene la vista puesta en otra cosa, que sueña con situaciones inalcanzables, y por lo mismo vive su propia vida con una constante e irremediable insatisfacción. Sus decisiones son impulsadas por un afán de huída: se casa sin saber siquiera si hay amor, sólo para salir de su hogar; cae en el adulterio sin quererlo realmente, sólo para escapar de la rutina de su matrimonio. Siempre piensa que arrancando llegará a aquella felicidad con que sueña, pero cuya definición ni ella misma conoce. Ansía por naturaleza y en forma perpetua lo que no tiene.
Mientras Emma representa una caricatura de la pasión, carente de cualquier centro, su marido Charles representa también una caricatura, pero de la rectitud y de la justicia, carente de cualquier impulso imaginativo o pasional. Ambos, en su extremo, actúan como ciegos. Charles no ve a Emma, no sospecha lo que le sucede. Emma no ve lo que tiene ni las consecuencias de lo que hace, hasta que ya es demasiado tarde. La religión también aparece en la novela caricaturizada. Se trasluce una mirada escéptica de la realidad en el autor, una ceguera tal vez como condena de la naturaleza humana. A pesar de esto y de las florituras de un estilo que se nos hace ya lejano, la novela es muy recomendable y plantéa, entre otras cosas, el problema de la ingratitud y de la voluntariedad de un hombre sin referente.

martes, 6 de septiembre de 2011

CHILE: ¿Por quién doblan las campanas?, por M. Ester Roblero. El Mercurio, 6 de septiembre de 2011.

Ante el trágico accidente que nos tiene a todos conmovidos, muchas personas y medios de comunicación han constatado la precariedad de las instalaciones del archipiélago Juan Fernández y su necesidad de ayuda. Sin embargo, no puedo dejar de pensar en las más de 3 mil islas que constituyen ese pedazo del Chile Insular, además de otros 2 mil islotes. Todos ellos juntos suman aproximadamente el 14% de nuestro territorio, pero aunque esa cifra es alta, el dato relevante es que muchas de estas islas están habitadas.
A pesar de ello, en nuestro país no existe un plan estratégico insular ni en salud ni educación o vivienda... Y a eso me refiero con "mis impresiones".
Es impresionante comprobar cómo en Quenac, isla de Chiloé, muchas generaciones han quedado marcadas por un incendio que destruyó gran parte de la isla. No fue posible apagarlo, por falta de medios. En Caguach, como en muchas otras islas, no hay luz eléctrica. Los recursos asignados por la municipalidad para la escuela no alcanzan para comprar combustible para el generador, y son los propios profesores quienes deben aportar de su bolsillo para poder alumbrar la escuela el resto del tiempo. Lo impresionante es que cada cierto tiempo les llega de regalo desde el Ministerio de Educación "material audiovisual interactivo", como si ellos sí tuviesen energía a la mano...
En muchas de nuestras islas de Chile las escuelas no tienen enseñanza media y los niños que quieren seguir estudiando deben irse internos al continente. Pero suele pasar que las niñas son mejores alumnas, o que los niños deben o prefieren quedarse trabajando la tierra o en el mar. Y así la isla queda sin mujeres, los adolescentes se convierten en hombres sin formar pareja, sin verse a sí mismos como futuros padres. Sin luz ni entretención al atardecer. El alcohol se convierte en el pasatiempo. No conozco la tasa de suicidio de jóvenes en las islas del sur, pero sí me ha tocado impresionarme al conocer varios casos, y conversar con los carabineros de la zona, para quienes este drama es demasiado frecuente.
En nuestras islas los profesores y carabineros son vistos en forma diferente por la comunidad. Los carabineros no son los pacos que vienen con el guanaco. Son el cable con el continente, enviados para suplir lo que falta en demasía. Qué decir de médicos y paramédicos. Al igual que ellos, los profesores son héroes, se van "internos" en la semana a las islas, viviendo muchas veces en albergues creados por los lugareños. Y conocen a los niños: saben que en Isla de Pascua los niños se desconcentran más y que en Chiloé son muy tímidos.
Qué decir cuando alguien muere en el mar. Las patrullas de la Armada buscan, y a veces encuentran. Muchas veces encuentran en la isla del frente, otras veces no. He estado en velorios sin cuerpo, donde el llanto desgarrador es doble.
Pero así como todo lo bueno del continente parece no poder cruzar a las islas, lo malo les llega a motor. Tras la quiebra de muchas salmoneras en el sur, la cesantía asoló las islas. Y aquellos que habían confiado en el auge del salmón y se habían embarcado en la compra de buenos colchones y frazadas, o un televisor, con tarjetas de multitiendas, pronto no pudieron pagar, pero las cobranzas y amenazas de embargo les empezaron a llegar como volando, como si no existiera el mar de por medio. Dicom no perdona ni una isla. Y entonces viene la otra tragedia asociada a la falta de leyes: aparecen los buques factory , que operan al margen de toda ley en el mar tras los límites. Jóvenes, incluso niños, parten a trabajar en regímenes infrahumanos, en aguas donde no llega la inspección del trabajo, ni una voz sindical y donde pareciera que la Rerum Novarum es un cuento del siglo pasado.
Eso y más he visto en muchas de nuestras islas. Y junto al sufrimiento, soledad y precariedad, también he visto una reserva moral infranqueable. Y además, como se usa decir hoy, mucho patrimonio material e inmaterial. Porque en las islas, cada campanario es un medio de unión y comunicación, y cada fiesta es la memoria. Un pedazo importante del alma nacional aloja en esas tierras que constituyen lo que dice la cifra: el 14% de Chile.
La tragedia de Juan Fernández nos invita a mirar las islas. Me pregunto cuánto cuesta tener políticas de salud, educación o vivienda para ellas. Pero en el sentido de "estrategias" de esa palabra, y no en el sentido de las campañas electorales o de eventos para la foto.
No puedo dejar de citar, para finalizar esta carta, esos versos maravillosos de John Donne, que Ernest Hemingway eligió para iniciar una de sus novelas más famosas:
"Ningún hombre es una isla, entero en sí mismo; todo hombre es un pedazo del continente, una parte de tierra firme; si el mar se llevara un terrón, Europa perdería un promontorio como si se llevara la casa de sus amigos o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye, porque soy parte de la humanidad; y por eso nunca preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti".

PSICOLOGÍA: "El amor, llegará o no?, por Denisse Hernández. Yahoo Mujer, 29 de julio de 2011.

Martha es una mujer ya entrada en años, cada vez que la veo luce más deprimida, ¿la razón?, la esperanza - que ahora se ha vuelto una triste ilusión- de que el amor por fin aparezca en su vida.

En su juventud tuvo algunos pretendientes, pero jamás se sintió apasionadamente atraída hacia ninguno de ellos y estaba decidida a esperar que el hombre perfecto apareciera, sin importar cuánto tuviera que esperar… por supuesto, jamás se imaginó que casi 40 años después, él no hubiera llegado todavía.

Martha creció con la idea de que una mujer no estaría completa hasta encontrar al príncipe azul, casarse con él y formar una familia, así que cuando rebasó los 18 años –quizás un poco antes- puso su vida en pausa, añorando la felicidad que llegaría cuando ese sueño se concretara.

No trabajó nunca fuera de casa, ocasionalmente horneaba pasteles para vender a algunos conocidos; no quería que una carrera fuera a obstaculizar una posible relación de pareja; tampoco viajaba, decía que prefería guardar esos destinos para conocerlos con su futuro marido; además, de vez en cuando, compraba algunos enseres y los guardaba para su casa de ensueño, sábanas, toallas, manteles, vajillas, cubiertos y hasta algún florero formaban parte de su colección convertidos ya, en casi antigüedades.

Se concentró tanto en el futuro que se olvidó por completo de su presente, los días, los meses y los años pasaron y, en su espera, la vida se le escurrió por las manos; un día despertó y al mirarse frente al espejo se dio cuenta que las arrugas se habían adueñado de su rostro, el tinte oscuro ya no cubría las abundantes canas y su cuerpo estaba muy lejos del de una jovencita.

Martha sigue aferrada al objetivo que persiguió tantos años, a veces creo que a esta altura, sería incapaz de dejar esa idea que la ha mantenido por el mismo camino toda su existencia; no es que piense que sea imposible que el amor pudiera llegar –también he visto hermosas parejas en edad madura enamoradas hasta los huesos- el problema es que por enfocarse tanto en el “lugar de destino” se olvidó por completo de disfrutar del viaje.

En lo personal creo que no todo el mundo está hecho para vivir en pareja, el paradigma de que “el amor siempre llega” puede en muchos casos, originar frustración, hacer sentir como una persona incompleta, desafortunada o una rezagada de la sociedad.

Esperar que otra persona nos haga sentir completas o como un requisito indispensable para lograr la plenitud es negarse a tomar las riendas de la propia vida, nadie más que nosotros mismos somos responsables de nuestra felicidad.

¿Tú qué opinas? ¿Crees que el amor siempre llega?