domingo, 27 de mayo de 2012

CULTURA: "Patrimonio intangible", por Alejandra Valdés. El Mercurio, 27 de mayo de 2012.


"Los hombres pasan, los recuerdos quedan, pero las obras y las formas en que los hombres hacen las cosas permanecen y perpetúan sus recuerdos".
Esta frase de despedida, escuchada en el entierro de un amigo, hacía claramente referencia al patrimonio físico y espiritual que dejaba en herencia a sus descendientes. Hombre de principios y de obras, aportaba al futuro de su familia un ejemplo valioso de vida y una sólida posición sobre la cual seguir incrementando su legado.
Sin embargo, pensé, qué precaria es la relación que se establece entre las obras, los hombres y su recuerdo; qué pocos ejemplos buenos perduran como para volverse tradición y qué poca relación se establece entre el legado y los hombres que lo construyeron.
Pensé, entonces, efectivamente los hombres y las civilizaciones pasan, los recuerdos se olvidan pronto y las obras, sus formas de hacerlas y el cómo se llegó a éstas, pierde rápido la relación con sus creadores cuando no quedan herederos capaces de transformar esa herencia en un patrimonio perdurable, cuando nadie se ocupa de conservarlas y transmitirlas como un legado que contribuya a alimentar los espíritus y nos ayude a ser mejores.
La herencia pierde entonces ese sentido de patrimonio inmaterial "que no es sólo sede de la cultura de ayer, sino laboratorio donde se inventa el mañana", citando a Koichiro Matsuura, quien fue director de la Unesco.
Afortunadamente, Chile ha tomado conciencia de legado y patrimonio; ha entendido la importancia como nación de conservar las obras y mantener el recuerdo de los hombres que las construyeron.
El Día Nacional del Patrimonio da fe de ello. La propuesta de crear un Ministerio de Cultura y Patrimonio, también.
Queda ahora nuestra participación. Todo aquello que podamos hacer, individualmente o en conjunto, por mantener y acrecentar el patrimonio inmaterial y trabajar por la educación de las generaciones venideras. Por impulsar instancias que promuevan cambios en torno a nuestras raíces y a nuestras tradiciones, que enriquezcan la formación integral de los alumnos, que amplíen sus competencias personales y les permitan enfrentar con creatividad y conocimientos los desafíos del siglo XXI.

lunes, 21 de mayo de 2012

PSICOLOGÍA: "¿Qué hacer cuando baja nuestro ánimo en invierno?". Emol, 30 de abril de 2012.

Comienza el invierno, los días se hacen más cortos, baja la temperatura y muchas personas se sienten más decaídas, con ganas de dormir y comer en mayor cantidad ¿Qué hacer con estos síntomas?
En un artículo anterior de mi colega Paulina Sallés llamado: Trastorno afectivo estacional, se describe esta depresión que podría afectar a personas con la llegada del invierno,  las variaciones de la luz y temperatura que ocurren durante esta época del año pueden afectar al ánimo de las personas y su normal funcionamiento diario. El correlato biológico de este trastorno se origina a partir de la falta de exposición a la luz, que forma una sucesión de respuestas a nivel endocrino, inmunológico, alterando el reloj biológico interno.

Sin embargo, a mi juicio pondrían haber otras explicaciones a algunos de estos síntomas, como por ejemplo una necesidad de tener un letargo invernal (fenómeno parecido a la hibernación) de ciertas personas en invierno. Al igual que los animales,  algunas personas pueden sentir la necesidad de reducir su actividad en invierno para poder restablecerse, para esto necesitan acumular depósitos grasos en su cuerpo, lo que explicaría la necesidad de comer carbohidratos, por otro lado, el  retraimiento social y la hipersomnia  manifestarían la necesidad de reducir el gasto energético en pos de una reparación interna.

Tomarnos este periodo de forma positiva y tranquila es uno de los caminos para enfrentarlo mejor.

Este letargo invernal puede tener que ver con restablecer energías no solo físicas sino también psíquicas en la persona. Hacer una hibernación real es imposible para los seres humanos ya que no tenemos la capacidad de reducir nuestro metabolismo y temperatura corporal como los animales que si lo hacen, sin embargo si podemos pasar por épocas en las que necesitamos de mayor autocuidado y tranquilidad para reponernos del estrés de la vida cotidiana y los desafíos que implican los meses más calurosos.

La baja de ánimo explicaría entonces un cansancio emocional y mental en el que se encuentra la persona, por estar ocupando sus recursos energéticos de manera inadecuada, por eso les recomiendo:

Proporcionarse momentos de descanso durante el día, si es posible tomar siesta a media mañana y  acostarse temprano para lograr que el cuerpo pueda reponerse a través del sueño.

Evitar someterse a stress o demasiadas exigencias: Las preocupaciones diarias significan un importante gasto de energía emocional y mental, reducir nuestros compromisos y tareas ayudan a tener mayor energía disponible para nosotros mismos.

Alimentarse sanamente, erradicar comer alimentos artificiales o el uso de sustancias tóxicas. Recordemos que nuestro cuerpo  y mente funcionan en sintonía y sincronía, gran parte de la energía que invierte nuestro organismo  diariamente es en digerir, si nos alimentamos en base a frutas, verduras y fibras propiciamos tener una mayor energía disponible para nosotros y nuestros procesos internos.

Lo último y más importante que recomiendo es tener una actitud positiva sobre este período y entenderlo como un momento de descanso y restauración. La sociedad actual le da escasa cabida a los momentos de recogimiento ya que el valor está puesto principalmente en el “hacer”, olvidando que las acciones deben ser ejecutadas por personas con  la complejidad y variación propia de los seres humanos. Escucharse, permitir y darle curso a los procesos que viven nuestro cuerpo y mente es aprender a vivir de manera más armónica y en conexión con nuestra verdadera naturaleza.

jueves, 3 de mayo de 2012

LECTURA: "Lectura gratuita", por Mentessana. El Mercurio, 3 de mayo de 2012.


A eso de las 7:30 de la mañana las personas suelen ir de prisa y, por lo general, atrasadas a sus quehaceres. Sugerentes escenas se ven a esa hora. En Providencia con Av. Salvador, por ejemplo, los vendedores callejeros empiezan a instalar sus mercaderías sobre el frío cemento; los dos lustradores de zapatos ya están instalados y empiezan a recibir a los primeros clientes; una señora ofrece, ilusionada, sándwiches a bajo precio; el ciego que vende pañuelos desechables a la entrada de la estación del Metro también trabaja con la esperanza de que sea un buen día... En fin, hay una muestra amplia de trabajos variados. En medio de todo, me sorprende ver, a pocos pasos del hombre de los pañuelos, una larga fila de personas. Al principio pienso que esperan un bus del Transantiago, pero me equivoco. Aguardan, con paciencia oriental, un diario que se reparte gratuitamente. Es un cuadro que, en medio de la temprana oscuridad, ofrece algunas dudas razonables. ¿Es tanto el amor por la lectura en este país? ¿Les gusta a los chilenos estar bien informados? ¿O es porque, lisa y llanamente, el diario es gratuito? Como sea, alegra saber que, ante la amenaza electrónica, hoy aún se lee.

¿Importa qué? Universitarios le preguntaron cierta vez a Giovanni Papini por qué debían leer a los clásicos. Les dijo: "He aprendido que en la vida siempre va a ser mucho mejor haber leído a los clásicos que no haberlos leído".

CULTURA: "Parábola sobre los pollos". Carta a "El Mercurio", por Pbro. Horacio Larraín Aspillaga.


Esta mañana fría de sábado estaba preparando una antigua estufa de parafina para hacer frente a los amaneceres ya más frescos, más invernales de estos días de fines de abril aquí donde resido, una pequeña parcela del secano costero en el área metropolitana, a unos 10 kilómetros al sur de la comuna de San Pedro de Melipilla. De pronto oí uno de los "timbres", era mi perro "Kayser" que cuida el frente de la entrada de mi casa, me avisaba que venía alguien. Se trataba de un vecino y amigo, me traía de regalo dos pollos blancos vivos. Estaban en el pick up de la camioneta. Son pollos de criadero, muy blancos y muy parecidos entre sí. Al verlos me di cuenta de que ni siquiera venían amarrados, hice la observación, y mi amigo me dijo: "si no se mueven". Al entregármelos inmediatamente advertí lo pesados que son. Al tomarlos y afirmarlos sobre mi pecho piaban como un pollito pequeño, eran sin embargo grandes, muy gordos, con poco plumaje, observé sus pies, estaban intactos como si nunca hubieran tocado el suelo.
Estoy viviendo hace más de un año en este lugar muy hermoso llamado Cabimbao, que los lugareños dicen que significa "tierra de espinos" en mapudungún. Desde mi residencia, una vivienda que era de un antiguo campesino del lugar, salgo en ayuda de dos hermanos míos. Soy sacerdote y procuro aliviar en algo el pesado y heroico trabajo de mis vecinos párrocos. Mi situación de vida me ha llevado a procurar ser autovalente, es por ello que tengo un pequeño gallinero (que me provee de huevos), dos perros guardianes (uno en el patio anterior, "Kayser", y el otro en el patio posterior, "Kovacs", porque lo recogí en calle Seminario cerca de la automotriz con dicho nombre). Ambos canes son mis alarmas, no tengo luces sensibles, ni rejas. Además son parte de la parcela una yegua, "Dionisia", y una gata, "Rita", la cual aleja a los roedores y cuida de las gallinas cuando se sueltan.
En el anterior contexto recibo de regalo estos dos pollos de criadero. Luego les pondré nombre, tendré que ver cómo diferenciarlos, porque en realidad son idénticos. He escuchado que tendrán unos 40 días de edad, estaban listos para el matadero. Los pobres apenas se sostienen sobre sus patas, están como atrofiados, al echarlos al gallinero inmediatamente buscaron el sol del corral adjunto. Una de mis gallinas que cría una pollita es la que más ha atacado a estas visitas. Dicha pollita nació en enero es esbelta, ágil, rápida, tiene tres meses cumplidos nunca le ha faltado el alimento y los minerales y vegetales que ella misma se procura en la pradera, debe pesar un tercio o un cuarto, y mide la mitad con respecto a los pollos allegados. Una o dos veces he tenido que alejar a mis tres gallinas y al gallo de los pollos, tienden a atacarlos, empezando por comerles las plumas. Los pobres pollos no se pueden defender, apenas se mantienen en pie. Su peso les permite desplazarse con dificultad un par de metros y caen quedando echados e indefensos. Cuando me acerco al gallinero los blancos pollos se me acercan, como buscando mi protección, por el cobijo que les he brindado.
Observando a estos blancos pollos, tan gordos, tan inmóviles, tan idénticos... no he podido dejar de sentir que nosotros, los seres humanos de este vertiginoso siglo XXI, tenemos algunas características análogas a estas pobres aves. Se ve en nuestros rostros que poco disfrutamos del sol, cada vez vamos tomando características más urbanas que rurales. Incluso los habitantes del campo tienden a refugiarse en sus casas, con el televisor o con el computador. Poco nos desplazamos por nuestros propios pies, con la mayor frecuencia usamos el vehículo para movernos de un lugar a otro. ¿Acabaremos echados sobre nuestros escritorios sin poder movernos mucho, incapaces de alimentarnos de los frutos de la naturaleza? ¿Seremos víctimas del sedentarismo y nos convertiremos en victimarios de la naturaleza y de sus criaturas, denostándolas hasta una obvia desnaturalización? Somos nosotros los que hemos llegado a "producir" estos pobres pollos blancos, ese es nuestro producto: rápido, eficiente, competitivo. Sin embargo, no siempre advertimos que nosotros mismos nos vamos convirtiendo en infelices, como estos desgraciados "blancos pollos".

LECTURA: "Bonsái", por Alejandro Zambra.

Debo confesar que me cuesta concentrarme en este tipo de lectura. A primera vista, no hablan de nada importante, todo parece trivial. Como si lo que buscaran retratar fuera precisamente esa trivialidad de la vida humana. Es la historia de Julio, estudiante de literatura, y de su relación amorosa con Emilia, también estudiante de letras. La relación amorosa se centra, como es habitual en los chilenos, en la relación sexual. Es el ingrediente que atrae y cautiva fácilmente al lector. No existen diálogos profundos, donde se digan cosas importantes. Pero sí resulta original o sugerente esta relación, por tener como principal ingrediente afrodisíaco la lectura misma. Eso le da un contenido supuesto, prestado por los libros que ellos, antes de hacer el amor, leen. 
También es un libro que contiene al menos cuatro planos paralelos: la historia amorosa de Julio y Emilia, el cuento fantástico de un tal Macedonio Fernández (que se convierte en el augurio del término de una relación y adelanta la figura central que finalmente juega el bonsái), la historia amorosa de una novela de un tal Gazmuri (que vaticina la muerte ya anunciada desde un principio de Emilia), y la novela "Bonsái", que el propio Julio escribe, para regalársela a su amiga lesbiana María. También existe en este libro un juego de espejos entre relaciones heterosexuales y fantasías lésbicas: Julio se relaciona con Emilia, quien a la vez fantaséa con su amiga Anita; y más tarde con María, quien se comporta con él como una mujer heterosexual, luego de haber sido una lesbiana declarada.
Me pregunto si la ambigüedad y las relaciones imaginarias que ésta despierta, tendrá realmente el mérito que tantos celebran. 
La idea de "bonsái", por lo que leí en una crítica, se refiere a lo truncada de la relación entre los protagonistas, y a lo truncada de la vida personal de ambos. La de Emilia, finalizada con el suicidio. La de Julio, con el temor de una muerte inminente.