viernes, 22 de julio de 2011

EDUCACION: "Orfandad de la juventud", por Juan de Dios Vial Larrain. El Mercurio, 14 de julio de 2011.

La Academia de Ciencias Sociales, Políticas y Morales del Instituto de Chile convocada por su presidente, el profesor José Luis Cea, a reflexionar en común sobre la situación que está viviendo el país, reunió a quince de sus miembros en un notable encuentro en el que se oyeron opiniones francas, diversas, respetuosas, dentro de un clima que puede llamarse de amistad cívica, a partir de dos breves punteos de los académicos Enrique Barros y Pedro Morandé.
Alguien me pidió recoger una opinión que entonces me permití emitir. Creo que Chile, casi como nunca, puede decirse que está hoy muy bien en aspectos fundamentales. Con una economía sólida y muchas expectativas, después de soportar un terremoto terrible. Con equilibrio político después de dos graves crisis en este plano.
No obstante, reina algo que ha sido llamado un "malestar", a mi entender inapropiadamente por la carga semántica que Freud imprimiera a la palabra. Diría mejor un desconcierto, una preocupación dominante. En ella creo reconocer algunas causas políticas inmediatas que son bien visibles. Pero otras, que quizá no se divisan a primera vista y que son más bien de índole moral, o cultural, si se quiere.
En el nivel político, pena en la Concertación un resentimiento no superado por su derrota. Y, en el Gobierno, la dificultad para articular políticamente aquella competencia que pareciera ser la más propia suya: la capacidad de gestión.
En lo profundo, en el orden que he llamado moral o cultural, los recientes episodios de La Polar y del movimiento de los estudiantes, me parecen altamente sintomáticos. El caso de La Polar, con claro parentesco con la crisis del subprime en Nueva York, abre una interrogante seria al capitalismo liberal. Confío en que éste puede darle respuesta, aunque sospecho que todavía no parece saber cuál. Está en juego, justamente, el individuo. Se lo ve entregado a maniobras del engaño, como las que se practican en juegos de cartas que sólo buscan ganar. En duda la clave del sistema, el ejercicio real de la libertad. En un mundo plural, desigual, atravesado por corrientes de ideas, por imágenes turbadoras, por intereses desatados, por ilusiones y frustraciones.
El caso de los estudiantes es quizás más grave. ¿No resulta paradójico, acaso, una convocatoria multitudinaria, como la que se ha visto a lo largo de Chile mediante un uso alienante de redes comunicacionales, para decir cosas que hasta pueden parecer delirantes? ¿De qué se trata? Me atrevo a decirlo con fuerza: de una orfandad de la juventud. El gesto de la juventud quisiera ser alegre y pacífico, pero es desesperado.
La juventud hoy no tiene orientación, no tiene quién la guíe, no sabe bien adónde ir. Desde luego, no la orientan los partidos ni los políticos; pero tampoco los intelectuales, ni la Iglesia; ni los sindicatos, ni la familia; por cierto, tampoco la pantalla de televisión ni los best sellers. Entonces, la juventud magnifica su estado, se encierra en grupos estrechos mágicamente controlados o se diluye en grandes masas. En el fondo, sólo cree en sí misma. Pero ésta resulta ser quizá la más vacía de sus creencias, la fantasmal belleza de una real soledad.
Recuérdese el mapa de la dirigencia del movimiento juvenil que presentó "El Mercurio". Había un DC, un PPD, un PS, un UDI y nueve PC. Había 13 con orientación de izquierda y poco más de independientes. ¿Están mandando los comunistas? Probablemente, pero por una buena razón: porque son los que tienen todavía una añeja fe y una seria disciplina, de las que los demás carecen.
¿No es triste saber que hoy los jóvenes, en el fin de semana y en sus vacaciones, viven de noche? De la medianoche en adelante, en la oscuridad de sus sombras, acunan sueños. Viven una realidad cargada de romanticismo y angustia. En ella late un anhelo que, por su esencia, no sienten ligado al dinero, pero que sólo presienten y a veces con puro rencor. Aturdidos por la pasión o por el ruido, por el oscuro fuego de la vida o por la droga. Usan muy vagamente fórmulas, cargadas no obstante de sentido. Así, "calidad de educación" que solamente saben que no la tienen. O "igualdad" que no está dada por la competencia, ni por una seudovoluntad autónoma de cada individuo o de la masa.

LECTURA: "Formas de volver a casa", por Alejandro Zambra.

Es la superposición de dos historias, ambas relatadas en primera persona. El protagonista principal escribe sobre la amistad de dos jóvenes de origen social diferente, unidas por la presencia de un activista político obligado a cambiar de identidad para evadir a sus persecutores. Todo esto, en el contexto político posterior al golpe militar. Paralelamente, el autor de esta historia vive la relación con su ex mujer, Eme, con quien desea volver, pero finalmente es rechazado bajo el argumento de que ninguno de los dos ha cambiado lo suficiente como para que los problemas antiguos resurjan. Seguramente la misma razón por la cual este país no puede reconciliarse de verdad, según Zambra. Una historia, para mi gusto, contada de manera demasiado coloquial, aunque también contiene varias reflexiones interesantes, expresadas literariamente por el autor. No recomendable, eran muchas las expectativas despertadas por tan buena crítica, para la impresión de lo leído.

CULTURA: "Soy un bien de consumo", por Cristián Warnken. El Mercurio, 21 de julio de 2011.

El Presidente dijo -hace dos días- en una ceremonia académica: "La educación es un bien de consumo". El nuevo vocero de Gobierno salió inmediatamente a aclarar lo que el Presidente habría querido decir con sus palabras, pero su aclaración fue demasiado larga y poco clara como para convencer a nadie de que en realidad el Presidente no había dicho lo que había dicho. En este caso, no creo que estemos ante un lapsus o una frase sacada de contexto. Y si fue un lapsus, lo fue tal como lo entendían Freud y los psicoanalistas: como la irrupción de un contenido latente o reprimido. Lo que afirmó le salió de lo más hondo de su inconsciente, de su ser más profundo.
En su trayectoria empresarial y como inversionista, el Presidente ha tenido que ver la realidad y apropiarse de ella siempre en términos de ganancia o pérdida económicas. Esa manera de ver el mundo le dio muy buenos resultados en el ámbito de los negocios, donde esas categorías son pertinentes y necesarias. Pero en otras esferas esas mismas categorías pueden volverse no sólo inoperantes o distorsionadoras, sino aberrantes e insolentes, sobre todo en un país como este, que se ha construido desde una educación pensada por humanistas de la talla de Andrés Bello o del gran Jorge Millas. No todo puede ser reducido a variables puramente económicas. Hay dimensiones humanas en las que todavía impera la gratuidad y no campea el pensar calculante. Y digo todavía, porque los nuevos materialistas, los reduccionistas económicos, a estas alturas sienten que todo, absolutamente todo, puede ser un "bien de consumo", un "insumo", una "inversión" o un commodity .
Así como los marxistas de viejo cuño creyeron entender al hombre y la sociedad con las simplistas categorías de "lucha de clases", "burguesía" y "proletariado", este nuevo fundamentalismo económico nos va a llevar al despeñadero al que siempre terminan por llevar las teorías explicativas reductivistas, convertidas en verdades y aplicadas mecánicamente y con fervor mesiánico en todos los ámbitos del quehacer humano. Marx y Friedman fueron intelectuales brillantes de su tiempo, pero sus discípulos suelen ser peligrosísimos: coinciden en el mismo tipo de violencia teórica que le infligen a la realidad humana, al hacer calzar -a la fuerza y al costo que sea- todo, absolutamente todo, dentro de sus matrices interpretativas, convertidas en las nuevas tablas de la ley.
Lo que el Presidente dijo o no quiso decir me sumió en una honda perplejidad. Soy profesor hace varias décadas; e rgo -desde su punto de vista-, yo también soy un bien de consumo. ¿Y el amor al conocimiento, la pasión por enseñar que comparto con miles de profesores anónimos que han escogido esta profesión, son entonces una inversión o un commodity ?". Entonces, Gabriela Mistral con su "La oración de la maestra", y Aristóteles, Sócrates, Abelardo, Jesús y todos los grandes maestros de Occidente, ¿se equivocaron al pensar que estaban trabajando con almas, con seres y no con bienes transables en el mercado? ¿Fue una ilusa Gabriela Mistral cuando dijo: "Como los niños no son mercancías, es vergonzoso regatear el tiempo en la escuela; pertenecemos a la escuela en todo momento que ella nos necesite"? ¿Se dilapida, se pierde el tiempo en educación cuando se piensa así? ¿Cuánto vale "El sermón de la montaña"? ¿Y cuánto la "Apología de Sócrates"?
Los dichos del Presidente me hicieron recordar las aprensiones del poeta Ezra Pound, quien, alertado por el efecto devastador que puede tener la usura en nuestra civilización, dijo en su Cantar XLV: Con usura "ninguna pintura está hecha para durar o vivir en ella, sino sólo para venderse,/ venderse con avidez (...)./ Piero de la Francesca fue ajeno a la usura (...)./ La usura trae herrumbre al cincel,/ enmohece al artesano y su oficio,/ corroe el hilo del telar". ¿Cuánto valen hoy estos lúcidos versos de Pound?

miércoles, 13 de julio de 2011

CULTURA: "La juventud", por Agustín Squella. Carta al Director, El Mercurio, 9 de julio de 2011.

A propósito de las frecuentes y hoy reiteradas críticas a nuestra juventud, me gustaría reproducir la siguiente cita que un colega de universidad acaba de compartir conmigo:
"Nuestra juventud gusta del lujo y es maleducada, no hace caso a las autoridades y no tiene mayor respeto por los mayores de edad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos. No se ponen de pie cuando una persona anciana entra. Responden a sus padres y son simplemente malos". Y esta otra: "Ya no tengo esperanza en el futuro de nuestro país, si la juventud de hoy toma mañana el poder. Porque esta juventud es insoportable, desenfrenada y simplemente horrible".
¿A quiénes pertenecen juicios como esos? ¿A un fastidiado educador de nuestros días? ¿A un padre desolado? Nada de eso.
La primera de esas citas es de Sócrates (479-399 a.C.), y la segunda es de Hesíodo, quien vivió en el siglo VIII a.C.
Y si quisiéranos ir todavía más atrás, vean esta perla escrita en un vaso de arcilla descubierto en las minas de Babilonia y al que se calculan cuatro mil años de antigüedad: "Los jóvenes jamás serán como la juventud de antes. La juventud de hoy no será capaz de mantener nuestra cultura".

martes, 5 de julio de 2011

FAMILIA: "Palabras a un recién nacido", por Rodericus. El Mercurio, 30 de junio de 2011.

El niño pequeño, inmóvil en su inocencia y su dependencia, mira atento el acontecer de la vida y de quienes lo rodean. Si los ojos fuesen palabras, los de un recién nacido dirían quizás sólo un par: el hoy y su esperanza. No hay cristal más inmaculado, más límpido, más refulgente y expectante que las asombradas pupilas de una guagua. Qué virginidad, qué simplicidad, qué falta de pretensiones. Todo en ella es sin dobleces, sin máscaras, sin cálculos. Siendo pura curiosidad y candor, sus acciones y sus expresiones manifiestan la sacralidad de la vida y el misterio santo de un ser que, en su fragilidad y en su ternura, en su risa y en su llanto, en sus gestos y en sus aprendizajes, es el testimonio innegable de que es imposible que su existencia sea fruto de un azar, pues el albur nunca puede ser, a la vez, tan impotente y omnipotente; tan natural y sobrenatural; tan humano y tan divino.
Una guagua en brazos, necesitada de alimento y de cuidado, acalla los discursos vanos y los hechos triviales. Ella misma es una tarea para el otro; para sus padres, por ejemplo, que prolongan en el hijo la continuidad de la historia y el milagro de que Dios "siga creyendo en el hombre".

LECTURA: "La elegancia del erizo", por Muriel Barbery.

Paloma es una niña de doce años, que planea quemar el departamento de su familia y acabar con su propia vida el día de su cumpleaños. La forma de vida de sus padres y de su hermana le produce un profundo rechazo; convencida de que goza de una inteligencia superior a todos los demás, ella considera altamente superficial y sin sentido una existencia como esa.
Renée es una mujer de cincuenta y cuatro años, viuda, que trabaja de portera en el mismo edificio donde vive Paloma. Ella también es una mujer sumamente crítica del sistema, y manifiesta su descontento viviendo una doble vida: a los ojos de los demás una simple portera ignorante, pero al otro lado de su puerta una mujer de gran cultura y excepcional finura de alma.
Ambas comparten la postura defensiva frente al mundo, de un erizo, y a la vez un mundo interior que se reservan por no encontrar con quién compartirlo.
La llegada de un nuevo habitante, de origen japonés, al edificio, dará espacio para el encuentro y la amistad entre ellas. Un espacio en el que los prejuicios sociales no tienen lugar, y donde cada uno vale por lo que es. Un espacio donde aparece la belleza de las cosas invisibles para muchos y el sentido de la existencia humana centrado principalmente en su capacidad de amar. Muy recomendable.