miércoles, 15 de junio de 2011

CIENCIA: "La genialidad no residiría en las neuronas", por Sebastián Urbina. El Mercurio, 14 de junio de 2011.

Científicos investigan un verdadero cerebro paralelo, con su propio sistema de comunicación, el cual influye en la eficiencia con que trabajan las redes neuronales.

Se trata de un cerebro paralelo. Una especie de poder en la sombra que tiene la facultad de potenciar o atenuar las capacidades intelectuales de cada cual. Una potente red de células que finalmente domina los circuitos neuronales y cuya importancia se empezó a vislumbrar en la década de 1980.
En ese tiempo, la profesora de la U. de Berkeley Marian Diamond se consiguió algunas muestras del cerebro del físico Albert Eisntein, las que comparó con las de otros 11 hombres corrientes. A esta investigadora le llamó la atención que en el genial Einstein las llamadas células de la glía -consideradas como un simple cemento que mantiene unidos los circuitos neuronales- duplicaban en número a las que tiene una persona promedio.
A pesar de las críticas que recibió el estudio de Diamond, fue el primero que hizo sospechar que la glía, que representa el 85% de las células nerviosas del cerebro, era mucho más que un pegamento para mantener unidas a las neuronas, que son sólo el 15% restante de estas células.
Hubo que esperar hasta los años 90 para comprobar que las células de la glía se comunican a través del calcio que intercambian entre ellas. De esta forma pueden fortalecer o debilitar las conexiones sinápticas de las neuronas, así como controlar la velocidad del impulso nervioso. Y son justamente estos factores los que harían la diferencia entre una persona promedio y alguien genial, quien con su mirada particular logra cambiar el mundo, sin vuelta atrás.
Para el doctor Francisco Aboitiz, director del Centro Interdisciplinario de Neurociencia de la U. Católica, aunque estamos ante datos que son "llamativos y de interés, faltan estudios en que participen más genios, algo que es difícil, porque son casos esporádicos y que duran poco". Este académico destaca, por ejemplo, que "Einstein publicó toda su teoría en sólo un año, y en el caso del matemático John Nash -personificado por Russell Crowe en la película 'A beautiful mind'- tuvo sólo una idea brillante en su vida".
El otro cerebro
Para el investigador de los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU., Douglas Fields, autor del libro "The other brain", estos hallazgos "nos han llevado a revisar cómo trabaja el cerebro".
En su opinión, las neuronas ganaron protagonismo porque eran más fáciles de estudiar, ya que se puede registrar su actividad eléctrica. La glía, en cambio, empezó a estudiarse con más detalle hace poco más de una década.
Pero también hay diferencias estructurales en el cerebro de un genio, según explica Rex Jung, neurocientista de la U. de Nuevo México. En sus estudios ha descubierto que las personas geniales tienen menos cantidad de tejido cerebral, en especial en la corteza frontal. Se trata de un área ejecutiva que evalúa las situaciones y frena las respuestas impulsivas. Al tener menos tejido en esa zona, se produciría una desinhibición que le permite a la persona genial relacionar ideas y conceptos que parecen completamente desconectados. Esto les sucede en menor escala a muchas personas en la mañana, cuando están soñolientas y con su corteza frontal menos activa. Es el momento de las grandes ideas.
Son estas mismas áreas las afectadas en problemas de salud mental, como la esquizofrenia o el trastorno bipolar, algo que confirma la asociación que existe entre genialidad y enfermedad mental.
El psicólogo de la U. de California, en Davis, Dean Keith Simonton, explica a "El Mercurio" que el ambiente también es esencial para la expresión de un genio. "Involucra varios niveles, como el respaldo familiar, la experiencia educacional y las personas que le han servido de modelo en su vida", dice. Esta es la razón de que los genios sean escasos, ya que es difícil que todos estos factores se sintonicen para que la creatividad de estas personas se exprese al máximo.
Simonton llama la atención de que la genialidad "puede surgir tarde en la vida, como es el caso de algunos filósofos".
De hecho, el cerebro no termina de madurar hasta bien entrados los 20 años, mientras que la sustancia blanca -los cables de las neuronas que transportan el impulso nervioso- sigue madurando hasta pasados los 40 años. Un estudio publicado en 2009 demostró que cuando a personas mayores se les enseña malabarismo y se ejercitan a diario, presentan cambios notorios en la sustancia blanca.
Para el doctor Aboitiz no hay recetas mágicas para la genialidad. "Hay que mantener el equilibrio con los niños. Darles lo que necesitan, para que así ellos desarrollen el potencial que tienen", concluye.

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