jueves, 3 de mayo de 2012

CULTURA: "Parábola sobre los pollos". Carta a "El Mercurio", por Pbro. Horacio Larraín Aspillaga.


Esta mañana fría de sábado estaba preparando una antigua estufa de parafina para hacer frente a los amaneceres ya más frescos, más invernales de estos días de fines de abril aquí donde resido, una pequeña parcela del secano costero en el área metropolitana, a unos 10 kilómetros al sur de la comuna de San Pedro de Melipilla. De pronto oí uno de los "timbres", era mi perro "Kayser" que cuida el frente de la entrada de mi casa, me avisaba que venía alguien. Se trataba de un vecino y amigo, me traía de regalo dos pollos blancos vivos. Estaban en el pick up de la camioneta. Son pollos de criadero, muy blancos y muy parecidos entre sí. Al verlos me di cuenta de que ni siquiera venían amarrados, hice la observación, y mi amigo me dijo: "si no se mueven". Al entregármelos inmediatamente advertí lo pesados que son. Al tomarlos y afirmarlos sobre mi pecho piaban como un pollito pequeño, eran sin embargo grandes, muy gordos, con poco plumaje, observé sus pies, estaban intactos como si nunca hubieran tocado el suelo.
Estoy viviendo hace más de un año en este lugar muy hermoso llamado Cabimbao, que los lugareños dicen que significa "tierra de espinos" en mapudungún. Desde mi residencia, una vivienda que era de un antiguo campesino del lugar, salgo en ayuda de dos hermanos míos. Soy sacerdote y procuro aliviar en algo el pesado y heroico trabajo de mis vecinos párrocos. Mi situación de vida me ha llevado a procurar ser autovalente, es por ello que tengo un pequeño gallinero (que me provee de huevos), dos perros guardianes (uno en el patio anterior, "Kayser", y el otro en el patio posterior, "Kovacs", porque lo recogí en calle Seminario cerca de la automotriz con dicho nombre). Ambos canes son mis alarmas, no tengo luces sensibles, ni rejas. Además son parte de la parcela una yegua, "Dionisia", y una gata, "Rita", la cual aleja a los roedores y cuida de las gallinas cuando se sueltan.
En el anterior contexto recibo de regalo estos dos pollos de criadero. Luego les pondré nombre, tendré que ver cómo diferenciarlos, porque en realidad son idénticos. He escuchado que tendrán unos 40 días de edad, estaban listos para el matadero. Los pobres apenas se sostienen sobre sus patas, están como atrofiados, al echarlos al gallinero inmediatamente buscaron el sol del corral adjunto. Una de mis gallinas que cría una pollita es la que más ha atacado a estas visitas. Dicha pollita nació en enero es esbelta, ágil, rápida, tiene tres meses cumplidos nunca le ha faltado el alimento y los minerales y vegetales que ella misma se procura en la pradera, debe pesar un tercio o un cuarto, y mide la mitad con respecto a los pollos allegados. Una o dos veces he tenido que alejar a mis tres gallinas y al gallo de los pollos, tienden a atacarlos, empezando por comerles las plumas. Los pobres pollos no se pueden defender, apenas se mantienen en pie. Su peso les permite desplazarse con dificultad un par de metros y caen quedando echados e indefensos. Cuando me acerco al gallinero los blancos pollos se me acercan, como buscando mi protección, por el cobijo que les he brindado.
Observando a estos blancos pollos, tan gordos, tan inmóviles, tan idénticos... no he podido dejar de sentir que nosotros, los seres humanos de este vertiginoso siglo XXI, tenemos algunas características análogas a estas pobres aves. Se ve en nuestros rostros que poco disfrutamos del sol, cada vez vamos tomando características más urbanas que rurales. Incluso los habitantes del campo tienden a refugiarse en sus casas, con el televisor o con el computador. Poco nos desplazamos por nuestros propios pies, con la mayor frecuencia usamos el vehículo para movernos de un lugar a otro. ¿Acabaremos echados sobre nuestros escritorios sin poder movernos mucho, incapaces de alimentarnos de los frutos de la naturaleza? ¿Seremos víctimas del sedentarismo y nos convertiremos en victimarios de la naturaleza y de sus criaturas, denostándolas hasta una obvia desnaturalización? Somos nosotros los que hemos llegado a "producir" estos pobres pollos blancos, ese es nuestro producto: rápido, eficiente, competitivo. Sin embargo, no siempre advertimos que nosotros mismos nos vamos convirtiendo en infelices, como estos desgraciados "blancos pollos".

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