viernes, 10 de febrero de 2012

CULTURA: "Daños en el patrimonio", por Antonino Pirozzi. El Mercurio, 9 de febrero de 2012.

Los daños en los monumentos nacionales, como los incendios en los edificios del área patrimonial de Valparaíso, el abandono de otros tantos en todo el país, el rayado y la expoliación de nuestros monumentos públicos no se controlan con más vigilancia policial, como propone el señor García. Se trata de un complejo problema de convivencia y de inclusión. Convivencia con bienes, objetos y formas que representan ciertos valores para la mayoría de los integrantes de la comunidad nacional. Falta de inclusión en la mayoría consciente de su importancia y significado. Por su calidad de bienes cargados de valor, a la mayoría nos importan, o nos debieran importar, y nos preocupamos de su conservación, protección y, cuando es necesario, de su restauración.
Pero, ¿qué pasa cuando miembros de la comunidad no reconocen en estos bienes ningún valor? En estos casos se genera un conflicto, un fenómeno de indiferencia, cuando no de rechazo y de hostilidad hacia esos bienes. Y es que para ellos estos no son ningún "bien", no hacen bien para nada, por lo tanto se pueden rayar, despojar, destruir, demoler, incendiar, o sea se puede prescindir de ellos. ¿Se podría corregir este fenómeno con más vigilancia policial, denuncias y multas? No hay casos en el mundo que así lo hayan demostrado.
No se puede hacer respetar a la gente algo a la fuerza, como no se puede hacer querer algo a la fuerza, bueno, para que el cariño sea real. Y es que no basta con "hacer entender", hay que hacer querer. Entonces queda un único camino, muy conocido, por cierto, largo, costoso. Educación. Pero, como es sabido, "a burro viejo no se le saca trote". La "educación patrimonial" debe comenzar no en la adolescencia ni en la adultez, sino en la infancia. Y de los resultados de esta intervención patrimonial sí hay miles de casos exitosos en todo el mundo.
Alguien ya lo dijo hace tiempo: el problema del patrimonio cultural está íntimamente ligado a la identidad -éste es la prueba testimonial de esa identidad- y la identidad es un problema de conciencia. La educación de los niños orientada al reconocimiento del valor del patrimonio cultural es la herramienta que forma esa conciencia.

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