martes, 5 de julio de 2011

FAMILIA: "Palabras a un recién nacido", por Rodericus. El Mercurio, 30 de junio de 2011.

El niño pequeño, inmóvil en su inocencia y su dependencia, mira atento el acontecer de la vida y de quienes lo rodean. Si los ojos fuesen palabras, los de un recién nacido dirían quizás sólo un par: el hoy y su esperanza. No hay cristal más inmaculado, más límpido, más refulgente y expectante que las asombradas pupilas de una guagua. Qué virginidad, qué simplicidad, qué falta de pretensiones. Todo en ella es sin dobleces, sin máscaras, sin cálculos. Siendo pura curiosidad y candor, sus acciones y sus expresiones manifiestan la sacralidad de la vida y el misterio santo de un ser que, en su fragilidad y en su ternura, en su risa y en su llanto, en sus gestos y en sus aprendizajes, es el testimonio innegable de que es imposible que su existencia sea fruto de un azar, pues el albur nunca puede ser, a la vez, tan impotente y omnipotente; tan natural y sobrenatural; tan humano y tan divino.
Una guagua en brazos, necesitada de alimento y de cuidado, acalla los discursos vanos y los hechos triviales. Ella misma es una tarea para el otro; para sus padres, por ejemplo, que prolongan en el hijo la continuidad de la historia y el milagro de que Dios "siga creyendo en el hombre".

No hay comentarios.:

Publicar un comentario