viernes, 16 de marzo de 2012

CULTURA: "Los gigantes egoístas", por Cristián Warnken. El Mercurio, 16 de marzo de 2012.

La aberración del mall de Castro, la desmesura de la torre del mall Costanera Center, el mall Barón en el borde costero de Valparaíso, la presuntuosa y disruptiva casa central de una universidad privada frente a la tradicional y arquitectónicamente noble Facultad de Derecho de la U. de Chile, son sólo expresión más visible de un deterioro profundo y talvez menos evidente, pero más medular que una pura "antología nacional de la infamia urbanística".
¿Por qué lo que atenta contra el espacio público y el bien común, lo que puede deteriorar la calidad de vida de los otros logra imponerse con tanta facilidad e impunidad? ¿Y qué es lo público sino lo común, el espacio donde somos con otros?
Hoy nadie se hace responsable de nada. Somos como los mezquinos y patéticos habitantes de los pequeños planetas de "El Principito", concentrados en barrer y limpiar su metro cuadrado.
El empresario que "sueña" una torre o un mall de manera narcisista y egoísta, el arquitecto que proyecta la obra sabiendo en el fondo de su alma que se trata de un horror, los alcaldes que hacen vista gorda de los efectos de estas "intervenciones", el funcionario que firma el permiso de construcción respectivo, el ministro que reacciona tarde, el parlamentario que no fiscaliza a tiempo, cada uno de ellos, en su esfera de acción propia, es responsable de sus actos y omisiones. No es cierto que porque la legislación lo permita, yo pueda desde destruir un entorno patrimonial hasta producir un colapso vial que arruinará la calidad de vida de miles de mis compatriotas, y sentir que lo que hago no es éticamente reprobable porque está legalmente permitido.
Quien culpa al otro, quien delega su propia responsabilidad, quien se "opera" de su propia culpa, quien desplaza, endosa, se encubre en "vacíos legales" es quien ha renunciado a ser sí mismo, a ser hombre cabal, corresponsable del mundo que nos toca vivir y construir día a día. En Chile campea hoy el "síndrome de Pilatos": todos se lavan las manos, nadie siente que su responsabilidad individual sea gravitante en el curso de los acontecimientos. ¿Hay acaso una frase más tristemente nuestra que ésta: "Si no lo hago yo, igual lo va a hacer otro"?
Extraña paradoja la de una sociedad "individualista", que promueve el emprendimiento y dice tener fe en el poder de cada individuo. Somos individuos libres y cabales cuando se trata de iniciar un negocio o de acceder al poder; dejamos de serlo cuando lo que está en juego es el espacio público, nuestra convivencia con los otros. Y en toda sociedad en que se debilita la responsabilidad individual, ética, se abre el espacio para la corrupción, la mentira, la mediocridad, la decadencia espiritual y política. Andrei Tarkovski, profeta del cine ruso, en su libro "Esculpir en el tiempo", alerta sobre el debilitamiento de la responsabilidad individual en Occidente: "Para mí, la única tarea verdaderamente importante consiste en reinstaurar la responsabilidad del hombre con su propio destino (...). El sufrir con la propia alma provoca la responsabilidad y la conciencia de la propia culpabilidad. Entonces ya no se justificará con cualquier excusa la propia desidia y los descuidos, ya no se dirá que uno no es responsable de lo que suceda en el mundo".
Si hay cada vez más empresarios que sólo se miran al espejo todos los días y no ven el rostro de los otros a través de los vidrios polarizados de sus torres inteligentes y babélicas (como el gigante egoísta de O. Wilde), si abundan los arquitectos que olvidaron toda lealtad con su arte y la "polis", si tú -lector- y yo no creemos que se pueda dar testimonio allí donde nos toque actuar, entonces el cinismo y la cobardía devastarán el país más que los terremotos, los incendios y las inundaciones. Y reconstruir desde esa ruina moral sí que será una tarea ardua y talvez imposible.

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