domingo, 18 de diciembre de 2011

FAMILIA: "Entregan los secretos para ser un matrimonio feliz y con hijos". Emol, 18 de diciembre de 2011.

Tener un hijo cambia la vida. La satisfacción y alegría que entrega es incomparable y vale la pena el esfuerzo, los desvelos, reuniones de apoderados, horas con el pediatra e incluso deudas inevitables que a veces se acarrean para tenerlos sanos y contentos.

Pero las cifras no mienten cuando dicen que tras la llegada de la descendencia, la relación marital puede verse algo afectada. La comunicación a veces se vuelve menos periódica y la vida sexual, un abismo inexplorado. Y repartirse las tareas de a quién le corresponde qué, en lo que se refiere al hogar y los niños, puede resquebrajar el amor.

Por eso, en Marriage Inc., una organización que intenta fomentar y preservar el matrimonio en Estados Unidos, lanzaron este mes su informe anual “The state of our unions: marriage in America”, titulado este año “When baby makes three” (cuando con la guagua son tres). Y quisieron analizar a esas parejas con hijos que son felices.

Así, encontraron las cualidades que parecen compartir todas ellas, y que son en primer lugar, la satisfacción sexual, el compromiso, la generosidad con el esposo, una buena actitud hacia la crianza de los hijos, y el apoyo social. Este último punto, sobre todo, se refiere a las madres.

En cuanto a la satisfacción en la sexualidad de la pareja, llamó la atención que aquellas esposas que decían tenerla en su relación, también aseguraron compartir de manera equitativa las tareas del hogar.

Asimismo, en el informe -realizado por Bradford Wilcox y Elizabeth Marquardt, ambos de instituciones que promueven el matrimonio-, se señaló que las personas solteras que tienen hijos son menos felices que las que están casadas.

En otro organismo The Family And Marriage Counseling (FMC) un directorio de terapeutas familiares a lo largo de Estados Unidos, la doctora Ellen Kreidman, experta en relaciones de pareja, entregó una serie de consejos que dice haber aprendido de cientos de matrimonios felices, que tienen hijos, para mantener una relación sana y estable.

“El mejor regalo que le puedes dar a tus hijos es una relación de amor con tu pareja. Los niños más felices y bien adaptados viven en un hogar donde la mamá y el papá se aman”, asegura la experta.

El secreto, dice, es que si bien las razones de la felicidad de cada padre podían variar, todos compartían el hecho de que su relación fuera la prioridad en sus vidas.

A eso, Kreidman agregó diez tips -bastante específicos en tiempo de duración- que dice haber adoptado ella misma, lo que le ha ayudado a mantener un feliz matrimonio por 37 años y tras haber criado a tres buenos hijos.

1.- Tengan al menos un beso de diez segundos al día: “Un beso en la mejilla dice ‘te amo’, pero diez segundos de un beso dice ‘todavía estoy enamorado/a de ti’”, comenta.

2.- Dense todos los días un abrazo de veinte segundos: Según Kreidman, se necesitan cinco segundos para bloquear lo que los rodea y concentrarse solo en ustedes dos. Los otros quince segundos son para enviar el amor desde el corazón.

3.- Dile un cumplido diario: La doctora recomienda que antes de quedarte dormido/a verifiques si ese día halagaste en algo a ti pareja. Si te das cuenta que no, al otro día le debes dos cumplidos.

4.- Destinen al menos 30 minutos de conversación ininterrumpida: La importancia de obligarse a darse un tiempo para conversar acerca del día, de las preocupaciones y momentos buenos que se viven por separado, es que no pase que en un futuro, tras semanas o meses de mala comunicación, se den cuenta que ya no se conocen como antes.

5.- Planeen una cita nocturna una vez a la semana: Como dice Kreidman, no importa adonde vayan, sino que salgan solos los dos. El resto de la semana están rodeados de su familia y amigos, así que no es egoísta dedicarse una noche solo para ustedes.

6.- Programen un tiempo íntimo para los dos: Aunque suene poco romántico, algunos expertos recomiendan que cuando la rutina laboral y familiar no permite un momento de relajo y vida sexual, anotar en un calendario un espacio inapelable para los dos.

7.- Hagan algo espontáneo cada seis meses: En cada mujer y hombre, hay una niña y un niño que extrañan la libertad de hacer lo que quieran. Que la sorpresa sea un regalo para los dos.

8.- Cada tres meses reserven un fin de semana en un hotel: Nunca viene mal una mini luna de miel para recordar que antes de ser papás, fueron también amantes.

9.- Tómense una semana de vacaciones al año: No tienen por qué gastar dinero en un mega resort. La doctora dice que basta con pedirle a algún vecino que haga de babysitter -lo que acá se acostumbra pedir a los abuelos- e imaginarse que se está en un hotel, relajados, con desayunos a la cama y largas caminatas que renueven las energías para otro año más juntos.

10.- Hagan un letrero de “no molestar” para la puerta: Enséñenle a sus hijos, comenta la doctora, que cuando ese letrero está puesto, significa que la mamá y el papá necesitan un tiempo de privacidad. Y ayuden a que ellos también tengan su propio letrero para sus piezas.

Kreidman insistió en que una pareja unida y feliz es una base sólida para criar hijos sanos y finalizó sus consejos con una preocupante frase: “Recuerda que si tú no tienes un romance con tu pareja, ¡alguien más lo tendrá!”.

jueves, 8 de diciembre de 2011

MUSICA: "Un error", por Cristián Warnken. El Mercurio, 8 de diciembre de 2011.

El verdadero mundo es música. Si uno la escucha, se abriga en el ser. Así lo experimentó a lo largo de su vida Nietzsche, para quien la música lo era todo. "Todo lo que no se deja aprehender a través de las relaciones musicales engendra en mí hastío y náusea", dirá el filósofo ditirámbico y dionisíaco, que parece aspirar a que sus propias ideas, sus pensamientos y conceptos canten y no hablen. Nietzsche es categórico: "Sin la música, la vida sería un error".
Y un error monstruoso es un reciente decreto, promulgado este año, por el que la educación musical pierde una hora en educación básica, para privilegiar más horas de lenguaje y matemáticas.
Suena bien: todos queremos que nuestros niños escriban, lean, sumen mejor. Pero eso no se logra mezquinándole una hora de la música a nuestro sistema educacional. Ya la música tenía una presencia magra en nuestras aulas, y por eso esta hora de menos duele más para quienes saben lo que la experiencia de la música significa para el desarrollo emocional, cognitivo y existencial del ser humano. Eso lo tienen ya en la sangre pueblos como el alemán y el judío, para quienes la música ocupa un lugar central, no sólo en la educación, sino en la vida. Cada vez más estudios científicos demuestran los efectos benéficos de la educación musical, incluso en el rendimiento escolar de otras disciplinas. Eso lo supieron siempre los griegos, los hindúes, los chinos, las civilizaciones más milenarias que florecieron en torno al canto, la danza y el ritmo. Por lo demás, todo es ritmo: hay un ritmo cósmico (que tal vez los sabios pitagóricos buscaron descifrar en la música de las esferas) y un ritmo interior, orgánico, de nuestra sangre, de nuestros latidos, de nuestro corazón. Ahí están la sílaba "Om" que recorre los sagrados bosques de la India, o el sonido tribal de un tambor desde el corazón de un África danzante, dando la nota inicial para que el hombre escriba, sobre el estremecedor silencio cósmico (ese que aterró a Pascal), su propia música.
Nuestros expertos en educación, obsesionados por mejorar rendimientos, por estar arriba en rankings mundiales, creen que nuestros alumnos sabrán más matemáticas y dominarán mejor el lenguaje aumentando las horas del currículo. Nuestra educación básica está hoy secuestrada por la prueba Simce, hasta el punto de que a veces da la impresión de que se prepara a los niños más para mejorar los indicadores que para leer, escribir, sumar y restar a través del goce, el asombro, la alegría de aprender con la buena literatura y la fascinante matemática.
Sí, porque la alegría es la única y verdadera maestra que a la larga puede asegurar la autorrealización y el crecimiento interior. Tenemos pocas experiencias tan exitosas y de tanto efecto irradiador en nuestra sociedad como las orquestas juveniles, repartidas como notas agudas y brillantes a lo largo de la accidentada partitura de la patria. Al lado de ella, todo el sistema educativo desafina y parece una película muda, en blanco y negro. Ver a los niños de lejanas localidades hacer vibrar sus violines, chelos y pianos con la música de Bach, Mozart o Alfonso Letelier, nos hace levantar la voz y decir, casi gritar a los oídos sordos de la tecnocracia educacional: "¡Sin la música, la educación sería un error!".
Y cuando digo educación musical, no estoy diciendo tediosas lecciones donde se enseña en qué año nació Beethoven y qué significa "contrapunto". Cada niño de Chile debiera aprender un instrumento musical. Ésa sería la medida más eficaz para fortalecer la disciplina interior (bien tan escaso hoy) y que le es inherente a la música. ¿Quieren menos encapuchados, menos droga, menos jóvenes pateando piedras? Abran entonces la caja de Pandora de la música sobre todo el territorio nacional. Las matemáticas y la palabra siempre han buscado desesperadamente lo que la música, de suyo, ya tiene. Porque en el principio era la música.